Del sufrimiento a la posibilidad creativa

 

 

 por

Camilo E. Ramírez

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El psicoanálisis es siempre la cura del singular, del uno por uno; no admite comparaciones ni pasos a seguir a manera de un manual o protocolo estandarizado. Es una cura que apuesta a la singularidad, es decir, a la no comparación ni homologación en base a criterios “universales” ya establecidos previamente y que se aplican a todos por igual. 

De la misma manera, el psicoanálisis no es una psicoterapia en el sentido de adaptar al sujeto a una forma particular de ser, de vivir o de hacer, sino de poder, a partir del sufrimiento que se despliega siempre en una historia, poder entrar en contacto con la propia verdad, con el propio deseo, al tiempo en que cada cual, al tomar noticia de la llamada de su deseo, de su vocación singular, puede dar cuenta y responsabilizarse de sus decisiones y creaciones.

La cura analítica no es el psicoanálisis llamado ortodoxo -que por cierto no es la creación de Freud- ni la psicología del yo, los cuales son verdaderos sistemas establecidos para defenderse del deseo, para pretender-se reducirlo, operacionalizarlo, medirlo; desde esas perspectivas la verdad de alguien es una categoría, un concepto, una tabla, una norma, un diagnóstico: algo que le es dado desde afuera, que le define y que es la puerta de entrada al tratamiento, que igualmente le exige sometimiento, fidelidad. El objetivo del paciente es poder “ser como” el modelo que el psicoterapeuta encarna. De ahí el efecto obsesivamente de dichos tratamientos, de las clases, seminarios y supervisiones de ese modelo: obsesivisan al otro al punto de la inhibición, no se puede hacer nada si no pasa por el “aval” de LA teoría y LA técnica, que se piensa universal y que encarna, por supuesto, la figura del maestro y supervisor sádico-obsesivo, quien renunciando a la verdad del deseo, a ido a buscarla a una especie de discurso industrial al cual le hace decir más de lo que en realidad dice, le adjudica la verdad, el "bien hacer".

Por su parte el psicoanálisis, aquel creado por Freud y desarrollado por Jacques Lacan, consiste en ubicar al inconsciente no como un peligro, del cual hay que defenderse, sino como posibilidad creativa, y al síntoma, como la llamada del deseo que se habita, un deseo que llama y que revela algo de la verdad que se porta, y del cual no se sabía, o aún sabiéndolo, se le había dado la espalda. El inconsciente como eso que habla, que revela, que muestra…una verdad, nunca igual a la de alguien más, sino única.