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El stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano:

hoy más necesarios que nunca[1]

 

Camilo E. Ramírez*

 

 

“Es necesario un nuevo analista para esa nueva era,

del Otro que no existe.”

Jorge Forbes[2]

 

 

Partamos rápidamente de una pregunta –¿acaso lo podríamos hacer de otra forma? –. ¿Por qué sostenemos que el stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano son hoy más necesarios que nunca? Sin pretensiones de exhaustividad, comentemos algunos puntos:

1. Por una creciente ola de lo políticamente correcto, que nubla cualquier tipo de debate y reflexión, tanto de ideas como de prácticas, por a priori considerarlas ofensivas, y que ve en todo lo inédito una amenaza a la estabilidad, en lugar de una oportunidad de invención y amplificación.

2. Por un exceso de especialistas e intelectuales, anuncia desgracias (y ¡el colmo de los colmos! aun dentro del psicoanálisis) quienes proponen que ante los diversos malestares -¡las plagas del fin de los tiempos!- es urgente un guarecimiento en valores y tradiciones, conservadoras y disciplinarias, consideradas más puras.

3. Porque tanto el stand-up comedy como el psicoanálisis lacaniano se basan en una ética y no en una moralidad. Al tratar los impases que vivimos los humanos ambas prácticas intentan hablar de lo imposible a través de un medio decir de la verdad “Entre broma y broma…la verdad se asoma”. Las dos son quehaceres de lo incompleto, que destraban, desarticulan, rompen pesadas cadenas - ¿o muestran que no hay cadena significante posible que dé cuenta de todo? -. Al apuntar hacia un más allá de toda significación; pasando de la racionalidad a la resonancia, sorprenden, sacuden, divierten y monstran[3] un savoir faire, no angustiado, ni fatalista, sino creativo y responsable con aquello que se escapa a nuestra comprensión, posibilitan formas singulares de lidiar con ese Real sin nombre ni ley.

 

 

El stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano:

dos antídotos ante lo políticamente correcto

 

“¿Por qué ser feliz cuando puedes estar interesado?”

Slavoj Zizek[4]

 

Cuando en 1909 Sigmund Freud fue invitado a la Clark University en Worchster, Massachusetts, Estados Unidos, a dictar sus “Cinco conferencias de introducción al psicoanálisis”[5] y recibir un título honorario,[6] Lacan relata que, en el trayecto en barco, con la Estatua de la Libertad de fondo, Freud le expresó a Carl Jung: “No saben que les traemos la peste.”[7]

Decíamos ya que lo políticamente correcto nubla y obstaculiza cualquier tipo de debate y reflexión por considerar a priori que muchas prácticas, ideas y formas de vida son “ofensivas”. Como decíamos, el psicoanálisis lacaniano y el stand-up comedy responden con una ética del bien-decir y parten de la implicación y la responsabilidad del sujeto en todo momento. “De nuestra posición de sujeto, somos siempre responsables”[8], ya que el stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano se caracterizan por tratar los asuntos humanos fuera del common sense plagado de lugares comunes. De ahí que un posible efecto, tanto de un asistente a un stand-up comedy como de un analizante en un análisis lacaniano, es no poder permanecer pasivo e indiferente ante lo que tratan, ya que ambos son quehaceres de contacto e implicación.

Intentaremos trabajar tal cuestión en dos aspectos: uno en relación con el psicoanálisis, lo que ha sido en estos más de cien años; el otro, tomando dos rasgos culturales predominantes en nuestro contexto actual: el miedo y la indignación.

Para hablar de lo que ha sido el psicoanálisis, tomaremos como referencia los cuatro momentos sugeridos por Jorge Forbes[9] para dividir su historia:

1. El original, de la escucha freudiana.

2. El de sentir lo que no puede ser dicho.

3. El de una nueva escucha, filtrada por la ciencia.

4. El de implicación que corresponde al tiempo actual.

En el primer tiempo, el de la escucha freudiana, Freud descubre que la palabra toca el cuerpo, que la comunicación alivia[10] y que las palabras se organizan siguiendo otras lógicas. Desde el inicio Freud notó que los cuerpos de sus pacientes histéricas, no se comportaban siguiendo las lógicas de la fisiología y la anatomía, sino una lógica subjetiva, simbólica e inconsciente:

Antes de abandonar París, convine con el maestro (Jean Martín Charcot) el plan de un trabajo comparativo de las parálisis histéricas con las orgánicas. Yo quería desarrollar la tesis de que, en la histeria, parálisis y anestesias de partes del cuerpo se deslindan guardando correspondencia con las representaciones comunes (no anatómicas) que los seres humanos tienen de estas últimas.[11]

Al escuchar, sin juicio ni restricción alguna, los relatos y asociaciones de sus pacientes, le fue posible advertir esos otros sentidos, hasta entonces desconocidos, la otra escena inconsciente, que da soporte a la significación a tal o cual síntoma, sueño, lapsus, acto fallido, etcétera. Se pretendía escuchar para detectar ya no una enfermedad, como lo hace la medicina con sus escucha disciplinante y correctiva, sino la singularidad de una expresión. Para ello, construyó un método inédito: la asociación libre.

Antes de que yo pueda decirle algo, es preciso que haya averiguado mucho sobre usted; cuénteme, por favor, lo que sepa de usted mismo… Diga, pues, todo cuanto se le pase por lamente. Compórtese como lo haría, por ejemplo, un viajero, sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo cómo cambia el paisaje a su vista.[12]

Posteriormente, los posfreudianos se encargaron de continuar la labor encomendada por Freud. Si bien realizaron diversos aportes, también tergiversaron su obra, hasta desembocar en un estado en el que la virulencia freudiana –fuera de todo common sense– que intentaba abordar las verdades más elementales sobre la vida humana, la sexualidad, las pulsiones, los sueños y sobre todo, respecto a la conducción de un análisis, es decir, lo referente al uso del método psicoanalítico, fue olvidada. Así, se dio paso a un segundo momento, el de sentir lo que no puede ser dicho, en el que los analistas dejaron de escuchar para comenzar a sentir. Creyeron que un sentimiento sentido en sí mismos, podía ser la verdad de sus pacientes. Hasta la fecha muchas escuelas de psicología e institutos de formación psicoanalítica enseñan a sus alumnos a decirle al paciente frases como: “Siento que tú quieres…” o “Me parece que lo que sucede es que…” como preámbulo para explicar o revelar algo que consideran una interpretación.

En ese modelo, el paciente habla, pero es el analista quien, a través de su sentimiento, completa lo que su paciente no puede decir. Esto supone que el analista, habiendo sido él mismo analizado previamente (¿purificado?) tiene un sentir más claro y puro sobre su paciente, lo que dio inicio a una corriente maternalista, aún presente en nuestros días, que usa la contratransferencia como guía para el diagnóstico y tratamiento.

Esa forma de psicoanálisis ya no se ocuparía de la lógica inconsciente y la psicología de los procesos psíquicos para dar cuenta de lo que sucede en la vida de una persona y así poder intervenir durante la cura. Más bien, capturados por el colorido sensacionalismo de las fantasías que emergían de lo inconsciente, olvidando su constitución y estructura, dichos analistas las emplearon para realizar el tratamiento a través de las sensaciones: las fantasías son recibidas, metabolizadas y explicadas pacientemente por el psicoanalista, identificándose él mismo con una madre que todo lo entiende, que todo lo perdona y explica.

Jacques Lacan se opuso rotundamente a esa corriente maternalista-adaptativa del psicoanálisis.[13] ¡Nunca la verdad de un sujeto puede ser el sentir de alguien más! Le sentiment (el sentimiento miente) con lo que se dio inicio al tercer momento, el de la escucha filtrada por la ciencia. Para ello, propuso un retorno a Freud a través una lectura a la letra de su obra, sirviéndose de conceptos surgidos en otros campos, como la lingüística, el estructuralismo y la matemática. Tomó ciertas nociones lingüísticas, como el significante, la metáfora y la metonimia para explicar los procesos psíquicos freudianos, entre ellos el de condensación y desplazamiento, al retomar la noción de estructura, a fin de describir las operaciones del psiquismo inconsciente. Mediante la fórmula el inconsciente está estructurado como un lenguaje[14] se puede sintetizar la llamada “primera clínica de Lacan”, en la que predomina el registro de lo Simbólico sobre lo Imaginario y lo Real.

Lo que descubrimos en la menor experiencia del psicoanálisis es ciertamente del orden del saber y no del conocimiento o de la representación. Se trata precisamente de algo que une un significante S1 con otro significante S2 en una relación de razón.[15]

Una de las consecuencias técnicas de dichos planteamientos consiste en reconocer que el propio inconsciente interpreta: el chiste se cuenta solo. De ahí el retornar a escuchar, dejando de lado el sentir y el suponer. Pues se advierte, clínica y teóricamente, cómo es que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Curioso es que esta máxima aún cause incomodidad en algunos ámbitos a pesar de que Freud, desde el inicio, planteó que el soñante sueña en otra lengua, en una lengua extranjera. El sueño es un juego de sustitución de elementos:

Los desplazamientos antes estudiados resultaron sustituciones de una determinada representación por otra que, de algún modo, le era vecina en la asociación […] se trata de un desplazamiento a lo largo de una cadena asociativa; el proceso es el mismo, pero se cumple en esferas psíquicas diversas…[16]

En síntesis, podemos plantear que durante una experiencia analítica, el analizante puede estar en posición de descubrir que “posee una matriz significativa, un axioma significativo –el fantasma– que da base a sus interpretaciones de la vida”.[17]

Posteriormente, a partir de lo captado en la actividad clínica, en 1970 Jacques Lacan hace un cambio en su enseñanza, que hará surgir el cuarto momento en la historia del psicoanálisis, el de implicación. Este cambio se da al advertir los alcances y límites del registro simbólico y la cadena significante para dar cuenta de todo. Lacan reformula los tres registros. Entonces le da preponderancia al registro de lo Real, ubicándolo por encima de lo Simbólico y lo Imaginario. Esta concepción la sostiene hasta su muerte.

Lacan partió de Freud, quien desde el inicio de su labor advirtió los puntos oscuros en toda significación. Freud le dio varios nombres a eso, incluyendo el ombligo del sueño, la castración, el más allá del principio del placer, la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte. Por más que se hable y asocie, siempre hay algo imposible de nombrar, pues una significación nos remitirá siempre a otra significación y a otra y otra, infinitamente, lo que convertiría en interminable todo tratamiento analítico. En ese punto opaco de toda significación, Lacan plantea la implicación del analizante en lo que no sabe de sí, ya no solo a través de la exploración de su fantasma fundamental, sino a través de lo que no tiene ningún sentido, la sorpresa y el encuentro con eso extraño, íntimo –éxtimo– que por más que se intente localizar, destrabar y domeñar, siempre retorna al mismo lugar.

Eso imposible de reducir al mínimo o hacer desaparecer, Lacan lo hace motor de la cura analítica. La vergüenza en cada uno, no en relación con las expectativas de alguien más, sino a lo más íntimo, éxtimo, funda la responsabilidad e implicación.

Lacan apostaba que sería posible tocar un punto íntimo de vergüenza del analizante; no de una vergüenza social frente al otro, sino una vergüenza íntima, sin la cual la vida quedaría desnuda, sin cualidad, descualificada. La familia es la primera intimidad de cada uno, su “extimidad”.[18]

Dicha modificación en la enseñanza de Jacques Lacan –el pasaje de la primacía del registro simbólico a la primacía de lo real– también se puede considerar no solo como un cambio en la forma en que el psicoanálisis ha tratado eso desconocido en el humano –su inconsciente–, sino como un cambio de época: de una patriarcal, vertical, que responde a una interpretación edípica, a una horizontal, en red, más participativa y pos-edípica[19] basada en una ética del deseo, sin nociones morales, ni teóricas que calmen y expliquen la culpa e implicación del sujeto ante su deseo, desde otro lugar, a la manera de la medicina, la psiquiatría y las psicologías. En vez, se trata de una manera inédita y singular para cada uno.

En línea con lo planteado, es preciso señalar dos de los rasgos culturales predominantes en nuestro contexto actual: el miedo y la indignación. Por un lado, el miedo se vuelve un valor social, no solo en la forma de control político y de mercado, sino una forma de vida, algo que organiza y decide cuestiones elementales.

En la actualidad, no hay estrategia de los mencionados campos que no toque o explote en algún punto el miedo, que tiende a la conservación, a la ruptura del lazo social, a ceder espacios públicos y a plantear, en última instancia, que la inhibición es preferible, lo que reduce la participación y amplificación deseante a su mínima expresión, para con ello permanecer más seguros. Y el segundo, la indignación, un afecto moralista que vuelve extraño lo propio, al colocar lo más íntimo su éxtimo, su unheimlich en el otro. Las personas se indignan siempre por algo o alguien más, nunca por sí mismos. De ahí la estrecha relación entre la indignación y lo políticamente correcto, dos formas moralistas que nublan, como se decía, el tratamiento de los asuntos humanos.

El stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano por no operar en el registro de lo políticamente correcto, ni en el del miedo, ni en el de la indignación como garantía moral, plagada de lugares comunes, recuperan de manera singular las temáticas humanas rechazadas a partir de esa vergüenza íntima (éxtimo) que toca a cada uno, realizando una invención singular a partir de una implicación. Decimos invención singular, pues, así como cada analista solo puede contarse uno a uno –ya que su formación y ser son enigmáticos, es decir, no tiene ni identidad, ni formación, ni trabajo estandarizado, como en las profesiones– quien ejerce el stand-up comedy sustenta su oficio de manera singular, a través de un estilo insustituible de emplear la palabra, al crear gestos con efectos diversos de resonancia, todo ello a consecuencia de algo sin nombre, inventando soluciones únicas y creativas.

 

Nuevas orejas para oír lo nuevo

 

“Todos nosotros somos GPS ambulantes,

corregimos rutas a cada segundo.”

Jorge Forbes

 

Dadas las características de nuestro mundo en sus diferentes contextos y situaciones, en transformación constante, cada vez más requerimos estar atentos, ser flexibles y creativos. Es decir, si antes bastaba con adaptarse a una sola posición (religiosa, científica, política, disciplinaria, económica, moral…) para seguir lo que ella dictaba, esperando que con ello estaban garantizados los resultados, hoy es necesario implicarnos aún más y reformular nuestras decisiones a cada instante. De no hacerlo, viviremos permanentemente sorprendidos, exclamando: “¿Qué no se suponía que…?” ante lo que no se comporte como suponíamos.

Para mostrarlo más claramente, partamos de un esquema básico: Toda experiencia humana posee tres dimensiones:

• Una dimensión en la que las imágenes organizan lo que vemos y cómo lo configuramos. (Esto siempre puede cambiar)

• Una dimensión de las palabras, en la cual las experiencias son traducidas e interpretadas a partir de conceptos, ideas y argumentaciones, que inciden sobre los símbolos. (Esto también siempre puede cambiar)

• Una que resiste y persiste, en la que hay algo imposible de imaginar y simbolizar, lo que llamamos en psicoanálisis, lo real. (Esto permanece)

Las primeras dos lecturas –las imágenes y las palabras– se basaron en nociones e ideas hasta cierto punto estables especio-temporalmente hablando, sobre lo que se suponía era el humano, la historia, la vida y la realidad compartida. Intentan ser patrones únicos –naturaleza, religión, iluminismo; dioses, religión monoteísta, ciencia; padre, jefe, soberano– con nociones fijas de normalidad/ anormalidad, bueno/malo, disciplina/indisciplina, etcétera. Sin embargo, eso imposible de imaginar y describir escapa a cualquier forma de nomenclatura.

Lo real, eso que siempre retorna al mismo punto, algo imposible de descartar o resolver. Que por más que hablemos de ello (vida, amor, sexo, muerte, educación, interacción social, sentido de vida, economía, etcétera) siempre algo se escapa, es enigmático; permanece más allá de lo que podamos imaginar y describir. Ello nos requiere respuestas singulares cada vez más creativas.

Lo real ha sido y es tratado de diversas formas en diferentes momentos de la historia. Entre ellas –no las mejores, ni las más creativas– son las respuestas desesperadas, sean disciplinarias o moralizantes, que, en estos tiempos, tienen además un toque de especialización, cientificismo y gluten free.

Las respuestas desesperadas disciplinarias son aquellas basadas en la idea de que para mejorar algo hay que controlarlo.[20] Esto se expresa, por ejemplo, en la visión empresarial y gubernamental, que sostiene que solo se puede desarrollar y mejorar aquello que se puede operacionalizar, vigilar y medir, controlar. En tal modelo, las contingencias son interpretadas como fallas o errores en la prospección o en la operación, no viendo nada más en ello.

En las escuelas los directivos, maestros y padres de familia están convencidos de que sólo a través de un mayor control y vigilancia se puede realmente educar. Bajo dicha perspectiva el otro –más bien lo real del otro– siempre es algo peligroso, de ahí las evaluaciones de conocimientos y comportamiento en base a una psicologización y psiquiatrización de lo que sucede en las escuelas;[21] en caso de no controlarlo disciplinariamente, se puede descontrolar y degenerar en pensamientos, conductas y afectos indeseables. Para tal lectura se utilizan argumentos religiosos, médicos e incluso psicológicos, a la manera de “si no se hace x, entonces sucederá y”; se emplea el miedo y la sospecha como fondo y estrategia de convencimiento: “Si haces tal o cual cosa, entonces estarás más seguro/a”. Y como el miedo se ha convertido en un valor y organizador social de un peso mayor, quien vive a partir del miedo, cree que va evitando verdaderos peligros en su vida. Por lo tanto, cuando le ofrecen alguna estrategia de protección, que supuestamente le garantizará la estabilidad y seguridad, rápidamente acepta sin mediar reflexión alguna sobre cómo opera y qué efectos generarán tales “bondades”.

Por su parte, las respuestas moralizantes parten de la noción de retomar valores conservadores, como clave única para mejorar la vida, en una nostalgia por un pasado que se piensa fue mejor. Esto se acepta sin hacer la más mínima adaptación a los nuevos momentos históricos, por lo que termina siendo una casuística llena de formulismos de qué hacer, pensar y decir, con su contraparte negativa, qué no hacer, qué no pensar, qué no decir, una pura restricción contenida en interminables códigos de conducta, con sus formularios a llenar cada que se da un reporte o una evaluación de puesto, con su apartado “¿A qué te comprometerás en el futuro?”. Se sirven de ideas de fin de los tiempos y degeneración del mundo. El canal de transmisión es la remembranza y comparación con la actualidad, emplean el miedo y, sobre todo, la culpa, como estrategias de convencimiento. Como rezan los dichos: ¡Nos merecemos lo que vivimos por cómo hemos vivido! ¡A esa mujer le hicieron eso (maltrato, asesinato) precisamente por lo que andaba haciendo! ¡Tenemos que retomar los valores de nuestros padres!

Estas dos formas de afrontar lo que sucede –las respuestas disciplinarias y moralizantes– aderezadas con discursos especializados, llevan la marca del despojo de la singularidad, una nuda vida, diría Agamben.[22] En la cual cada persona es colocada como un individuo con las mismas características del colectivo, como sucede con el resto de los animales; la finalidad es reducir y comparar los individuos, además de plantear, por ejemplo, una visión única de lo que sería tener felicidad, salud y calidad de vida, así como toda una serie de formulaciones y perfiles educativos, sociales, laborales, etcétera, que dan el marco de referencia para evaluar de forma cuantitativa y cualitativa a cada uno, para determinar qué tanto se acerca o se aleja de dicha normalidad.

Tales modelos se vuelven ineficaces para leer adecuadamente las transformaciones del contexto social actual, por lo que son necesarios no solo nuevos conceptos, sino prácticas renovadas, nuevas formas de lazo social basadas más en la responsabilidad y creatividad, en la implicación de cada uno, que, en el control exterior, moral, disciplinar o especializado.

El psicoanálisis –sobre todo el de orientación lacaniana– y el stand-up comedy inciden en dichos contextos, re-introduciendo la virulencia freudiana, apuntando a la singularidad de eso íntimo, éxtimo presente en cada uno:

Se preguntará si el tema del chiste merece semejante empeño. Opino que no cabe ponerlo en duda. Si dejo de lado los motivos personales, que el lector descubrirá en el curso de estos estudios y que me esforzaron a obtener una intelección sobre los problemas del chiste, puedo invocar el hecho de la íntima concatenación de todo acontecer anímico […] un chiste nuevo opera casi como un evento digno del más universal interés.[23]

Ni las respuestas disciplinarias, ni las moralizantes, ni la especialización o el cientificismo que eleva los postulados de la ciencia a verdades absolutas, lograrán dar cuenta a cabalidad todo lo que sucede en las experiencias a las que se aplica, pues estas tienen ya no responden a un solo patrón o modelo. Algo que el chiste y el psicoanálisis, además de custodiar lo imposible, trabaja tomando en cuenta esa imposibilidad (de la vida, de las palabras, de las imágenes) mostrando sus características, sus fallas, sus posibilidades, así como los malestares que se producen en caso de que se le quiera intentar “hacer desaparecer”.

Las respuestas disciplinarias y moralizantes, por tener siempre las mismas explicaciones prêt-à-porter no logran dar cuenta de lo que sucede, son, digamos, aplicaciones o software obsoletos para “leer” nuevos programas, para explicar y responder ante las transformaciones que vivimos día a día.

El análisis no consiste en encontrar, en un caso, el rasgo fundamental de la teoría, y en creer que se puede explicar con ello por qué su hija está muda, pues de lo que se trata es de hacerla hablar, y este efecto procede de un tipo de intervención que nada tiene que ver con la referencia al rasgo diferencial.[24]

Es decir, no es con relación a que la llamada realidad se ajuste finalmente a las palabras, pues las palabras no corresponden nunca directamente a las cosas, siempre hay algo que se escapa, que opera de otra forma, lo real.

Decíamos que algo que está tanto en el corazón mismo del psicoanálisis lacaniano, como del stand-up comedy es – además de ser quehaceres de lo incompleto– suspender certezas (disciplinarias, moralizantes y especializadas, inclusive con las que se han acorazado como “verdades psicoanalíticas”) evidenciando su montaje, para mejorar las preguntas, escuchar sin suponer y explorar los elementos implicados en la experiencia única. Se trata de un buen comienzo para implicarse-cada-uno con ese real sin nombre ni ley.[25]

El psicoanálisis lacaniano y el stand-up comedy son dos formas no angustiadas, sino responsables y creativas, de producir un savoir-faire con ese real que siempre se nos escapa y nos regresa siempre al contexto del mal-entendido, como medio “natural” de lo humano. Ambas prácticas, no se sustentan en una visión normalizadora y patologizada de las vidas humanas, en la que cada cosa que se hace, siente y piensa es interpretada como una falla o crisis del sistema o máquina, o una oportunidad de aprendizaje. Sino más bien, como formas de expresión y vinculación social, basadas en la singularidad (identificación al sinthome), sin transformar lo extraño de sí, lo éxtimo en algo malo o patológico, sino en el eje de la creación para sustentar una vida singular, legitimándola.

 

¿Podemos escuchar lo nuevo? ¿Oímos lo único y singular en cada persona? ¿O seguiremos respondiendo desesperadamente, disciplinaria y moralmente?

 

 

El analizante toma el micrófono: del síntoma al sinthome

 

"La risa no tiene mayor enemigo que la emoción”

Herny Bergson[26]

 

Partiendo de lo planteamiento por Serge André “la escritura comienza donde el psicoanálisis termina”[27] podemos decir que el stand-up comedy comenzaría justamente donde el psicoanálisis lacaniano termina: del pasaje del fantasma fundamental (el síntoma) al sinthome. Es decir, la identificación con el propio síntoma como forma singular de gozar, empleándolo precisamente para crear una posición singular, un saber-hacer con ese imposible, lo real, que se insiste y resiste bajo diferentes formas y en diferentes facetas. Mostrando siempre su costado imposible de descartar, un malentendido, un fracaso: un trazo propio semejante a cada artista a partir de aquello que otrora fuera descartado, inclusive juzgado como defectuoso, lo éxtimo. La piedra previamente descartada devino piedra angular; el fracaso es un juego para jugar; el amor es un fracaso para jugar.

Los dos quehaceres –el psicoanálisis lacaniano y el stand-up comedy– apuntan a una invención y responsabilidad ante la forma singular de gozar, de eso que se ha creado y puesto a circular en el mundo.

El stand-up comedy y el psicoanálisis lacaniano tocan un punto de vergüenza en cada persona, no en el sentido moral o de pretensión de completitud, sino de implicación y cualidad. Por ello, su materia es igualmente imposible: ¿qué se estudia para funcionar en ambas posiciones? ¿La analítica y el stand-up comedy? Claro, el lector podrá mencionar un montón de cursos, prácticas y nociones, teatro, declamación y oratoria, en el caso de la comedia, y que no decir de la tríada formativa freudiana, en el campo del psicoanálisis: análisis personal, lectura y seminarios, así como práctica clínica supervisada. Y claro, se mantiene como punto de partida, más no como garantía, ni validación de eso singular de la posición que es un efecto en cada analista, uno a uno.

El psicoanalista es aquel “sin nombre” en la placa. Como los hijos, el amor, el orgasmo, una puesta de sol, es algo vacío. Funciona en otro registro y, consecuentemente, es formado de otra manera. El analista no es de este mundo, tal como la mujer. La mujer y el analista están fuera de la civilización, en la media en la que la intención de sus conceptos es vacía. No se puede decir “los analistas”, así como no se dice “las mujeres”. Un analista existe en el “uno a uno”. […] No hay una cualidad universal que identifique uno u otro, por ello decimos que sólo es posible considerar a la mujer una a una y al analista uno a uno.[28]

Lo Real, que siempre escapa a cualquier forma e intento de operacionalización, es justamente lo que está en juego en cada análisis y exposición de stand-up comedy. Se trata de la vergüenza en relación con lo más íntimo de cada uno, comenzando por quienes ocupan esa posición/función.

Los dos trabajan con un medio decir de la verdad, son quehaceres de lo incompleto. Por lo tanto, operan más allá de un sistema fijo de interpretación. Es decir, operan más allá de una forma estandarizada de interpretación, no usan sólo signos, sino significantes, o más bien monstran los límites de los primeros; en un poetizar permanente, haciendo gesto, tocando el cuerpo; produciendo un uso inédito de la palabra, por lo tanto, estableciendo una nueva relación con ella.

 

A manera de conclusión inconclusa

 

"Quisiera, no obstante, decirles de paso que no se me ha escapado algo de inmensas dimensiones cómicas en este rodeo."

Jacques Lacan[29]

 

Tanto en el psicoanálisis de orientación lacaniana como en stand-up comedy, consideramos que se trata de una responsabilidad por lo que no tiene sentido, por la ausencia de respuestas absolutas y hegemónicas en la raíz del síntoma. Al ser quehaceres que suspenden la ilusión de certeza y verdades absolutas, logran desarticular y evidenciar las formas en las que opera la ilusión de la nostalgia y la esperanza (histeria) como la muerte en vida de la planeación sin descanso (obsesiva), como medio para lograr algo, al mostrar cómo los humanos padecemos engaños y trampas, impasses, así como las posibilidades ilimitadas de salir de ellas.

Su quehacer puede, bajo ciertas operaciones, cuando el analizante toma el micrófono responsabilizándose de sí, recuperar el presente, amplificándolo, haciendo que se eleve el objeto a la dignidad de la cosa.[30] 

 

Monterrey, Nuevo León, México, enero 2019

 



[1] Ensayo publicado originalmente en el texto Morales-Montiel (editor) El inconsciente estructurado como un lenguaje. Buenos Aires: Arrebol, 2019, págs.51-71.

* El autor es psicoanalista, psicólogo clínico; Catedrático Facultad de Psicología (UANL). Profesor del Doctorado en Artes y Humanidades en el Centro de Investigación en Ciencias y Humanidades de Monterrey (CICAHM) en Monterrey, N.L. México. Consultor a escuelas, universidades y empresas. www.camiloramirez.com.mx

[2] Forbes, Jorge. Inconsciente e responsabilidade: psicanálise do século XXI. Manole, Baureri, 2012, p. 137.

[3] “El término “monstración” es utilizado por Lacan para, oponiéndose a la demostración, hablar de la imposibilidad de dar cuenta por el lenguaje de la transmisión integral de la experiencia analítica. Lacan descarta luego la posibilidad del metalenguaje: la lengua no puede decir nada de sí misma. El sentido de una palabra en el diccionario remite siempre a otra palabra, en una circulación infinita del significante remitiendo a otro significante” (Mouzat, Alain. “A clínica do analista iniciante: como sobreviver a uma práctica sem standards?”. En Forbes, Jorge (ed.) y Riolfi, Claudia (org.), Psicanálise: a Clínica do Real. Manole, Baureri, 2014, p. 480. La traducción es nuestra.).

[4] Zizek, Slavoj. “¿Por qué ser feliz cuando puedes estar interesado?” 2012. https://www.youtube.com/watch?v=Hr_E5tVF0c4.

[5] Freud, Sigmund. “Cinco conferencias de introducción al psicoanálisis.” En Obras completas, vol. XI, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, pp. 1-45 y 52.

[6] Ver Gay, Peter. Freud: una vida de nuestro tiempo. Paidós, Buenos Aires, 1989, pp. 242-250

[7] Lacan, Jacques. “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”. En Escritos 1, Siglo XXI editores, México, 1984, p. 386.

[8] Lacan, Jacques. “La ciencia y la verdad”. En Escritos 2, Siglo XXI Editores, México, 1984 p. 837

[9] Forbes, Jorge. “A analise lacaniana hoje: ingredientes, indicações e modos de usar”. En Forbes, Jorge (ed.) y Riolfi, Claudia (org.), op. cit., pp. 3-20.

[10] Freud, Sigmund. “Estudios sobre la histeria”. En Obras completas, vol. II, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, p. 222

[11] Freud, Sigmund. “Sobre la iniciación del tratamiento. Nuevos consejos sobre la técnica I”, En Obras completas, vol. II, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, p. 146 y siguientes.

[13] Ver Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En Escritos 2, Siglo XXI, México, 1984, pp. 565-626.

[14] Lacan, Jacques. El seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, original de 1964. Paidós, Buenos Aires, 2001, p. 28.

[15] Lacan, Jacques. El seminario, libro 17: El reverso del psicoanálisis, original de 1969-1970. Paidós, Buenos Aires, 2004, p. 30

[16] Freud, Sigmund. “La interpretación de los sueños”. En Obras completas, vol. V, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, p. 345.

[17] Forbes, Psicanálise…, op. cit., p. 10

[18] Forbes, Inconsciente…, op. cit., p. 122. La traducción es nuestra.

[19] Ver Forbes, Inconsciente…, op. cit.

[20] Tal era, por ejemplo, la visión educativa del médico y pedagogo Daniel Gottlieb Moritz Schreber, padre de Daniel Paul Schreber (Memoria de un enfermo de nervios). Ver Schatzman, Morton. El asesinato del alma: la persecución del niño en la familia autoritaria. Siglo XXI, México, 1994.

[21] Ramírez, Camilo. “La psicologización y psiquiatrización del ámbito escolar”. En Osorio, Fernando, Ejercer la autoridad: un problema de padres y maestros, Noveduc, Buenos Aires, 2009, pp. 27-70.

[22] Agamben, Giorgio. El poder soberano y la nuda vida. Pretextos, España, 1999.

[23] Freud, Sigmund. “El chiste y su relación con lo inconsciente”. En Obras completas, vol. VIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, p. 17.

[24] Lacan, Seminario 11, op. cit., p. 19.

[25] Ver Miller, Jacques-Alain. “Lo real en el siglo XXI, presentación del tema del IX Congreso de la AMP”. En Gacetila Extracto Lacaniana, nº 13, 26 de abril de 2012

[26] Bergson, Henry. La risa: ensayo sobre la significación de lo cómico. Alianza, España, 2008.

[27] André, Serge. Flac. Siglo XXI, México, 1993-1994.

[28] Genesini, Teresa. “Da vontade de ler o nome na placa ao desejo do analista: quais são as características da formação”. En Forbes y Riolfi, op.cit., pp. 487-510.

[29] Lacan, Seminario 11, op. cit., p. 28.

[30] Lacan, Jacques. El seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 1988, p. 138.