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Cáncer y Psicoanálisis

 

Camilo E. Ramírez

 

Partamos de una pregunta básica: ¿Qué puede aportarle el psicoanálisis a quienes padecen algún tipo de cáncer? – me hicieron esta pregunta hace algunos años. Presentamos aquí una síntesis de la respuesta, como de la investigación que venimos realizando en ese campo.

El psicoanálisis, método creado por Sigmund Freud, atiende/trata el sufrimiento humano de una manera singular: tiene la característica de situar la singularidad de cada persona en el centro de su actividad terapéutica; durante un psicoanálisis no solo se trata de lo que una persona sufre, lo que le duele, aquellas experiencias y malestares que le generan dolor y sufrimiento, sino de verificar las maneras a través de las cuales cada persona tiene (e inventa) para relacionarse con su vida, en general y, con su dolor, en particular. Planteándose un más allá, ¿Qué función cumple dichos malestares en su vida? ¿Qué puedo inventar a partir de la experiencia intransferible que es mi vida? ¿Qué voy a crear a partir de mi malestar, de mi enfermedad?

En el caso del cáncer -de los cánceres- poder situar la experiencia singular del diagnóstico, del tratamiento y sus efectos. Poder conocer cuáles son los efectos, las consecuencias y las formas de respuesta de una persona ante esta nueva experiencia en su vida, como lo es la enfermedad. Entendiéndose esta no como algo ya dado, fijo, un destino a ser vivido en piloto automático, sino como una discontinuidad, algo sorpresivo e incompleto, que si bien tiene una presentación específica en el organismo, que permite el diagnóstico, tratamiento y un cierto pronóstico, nunca dictará el cómo una persona va a sentirse, pensar y hacer en su día a día a partir de la enfermedad padecida. Es decir, no existe una relación directa entre la enfermedad padecida y las formas subjetivas y sociales de presentación, respuesta y decisión. Una persona puede reaccionar de múltiples maneras, e incluso, inventar sus propias formas de decidir vivir. “Fuera de las emociones prêt-à-porter cada uno inventa su propia singularidad” (Jorge Forbes)

Una de las recomendaciones básicas de Freud para el ejercicio del psicoanálisis a auienes se iniciaban como psicoanalistas, consistía en evitar el furor curandis, así como el reconocer a la persona en sus síntomas, pues se correría el riesgo de darles consistencia, “etiquetar” a la persona, darle a entender que “eso” que padece es lo que es. Evitar el furor curandis plantea que no se puede imponer un “deber ser/hacer/un bien” al otro, pues para hacerlo uno tendría que saber previamente el bien para cada persona, ¡para todo mundo! Y de lo que se trata en la experiencia psicoanalítica, como en las mejores cosas de la vida, es de la reivindicación de la singularidad, es decir de la diferencia absoluta que cada uno porta, y a partir de la cual se vive.

En el caso del cáncer, hacer notar que cada persona tiene la opción de decidir cómo reaccionar ante ello; quitarle a lo estandarizado -socialmente hablando- el cómo voy a pensar, sentir, reaccionar y vivir, salir del patrón fijo para inventar respuestas creativas ante lo que se sufre. Ya que, al darle consistencia al dolor y sufrimiento, aumentando la queja, se corre el riesgo incluso -paradójicamente- de amplificar el dolor, las respuestas físicas ante la enfermedad, los efectos adversos de los tratamientos farmacológicos.

Devolverle la palabra, la voz, la oportunidad de no aceptar que la enfermedad marca un sentido fijo, un destino mortal del cual se cree no se puede escapar, transformar, amplificar de acuerdo con el propio deseo de vida. Para ello, cada persona es invitada a participar activamente no solo en el tratamiento psicoanalítico, sino en su vida, en su enfermedad, adquiriendo autonomía, como para poder “decirle” al cáncer que no es el cáncer quien va a definir quién se es, pues es solo una característica dentro de muchas, algo que se padece, más no marca una identidad o un destino, sino una condición que cada uno puede, en la medida de las posibilidades que tome en cuente invente, dar una salida inédita, marcada por su sentido y deseo singular de vida.