Fin / principio de año

 

 

por

Camilo E. Ramírez

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Implacable es el tiempo que va avanzando sin cesar, sin importarle nada. Pase lo que pase, no se inmuta, ni titubea. “No hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague” –advierte la sabiduría popular. “Un día que ya figura en el calendario, alguien también cancelará mi nombre” Dice José Emilio Pacheco refiriéndose al momento de nuestra propia muerte. Pero, como dice Charles Schulz en boca de Snoopy, “…pero todos los demás días, no (moriremos)”

Hay algo de fin en cada principio y viceversa. Los gérmenes de uno ya están en el otro. El fin lleva la carga de lo que ha sucedido, así como la expectativa de aquello desconocido por venir. Pero el tiempo también juega con bloques de repetición, como si el humano se resistiera del todo al puro discurrir, creando patrones y ciclos (de movimiento, pensamiento…) estribillos dentro del caos polifónico del día a día, que hacen por momentos, sentir algo de firmeza y orden; una repetición controlada, lo mimo que expresa un concepto como un diseño de espacios y ciudades, que dan la atmosfera de lo inmutable. Hasta que algo del orden de lo real se cuela por alguna grieta tanto del concepto como del muro, para palpar la mano invisible del tiempo transformándolo todo. “…a donde cae la semilla, acude el agua” (Jaime Sabines)

Se es, se fue, se será, tiempos que producen cortes imaginarios en el tiempo, intentando capturar un imposible de definir y fotografiar. Pues, “dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, y eso es lo que somos” (Saramago) Algo que de un orden e ilusión de ser, desde el nombre y la identidad, pasando por la ropa y los gustos, una a una la ilusión de ser y existir en ciertos referentes, se conoce y se desconoce, ya no son las mimas imágenes la que dan soporte a la existencia, hay que elegir nuevas, cuando no inventarlas. Crear ahí donde no había nada.

El pensamiento pesa. Y como cualquier peso, produce una fuerza sobre un objeto, atrayéndole a otro de mayor masa.  En el agua, para un barco, por ejemplo, un peso puede ser un ancla, que permita descansar a la embarcación,  para una persona, causa de ahogamiento. De la misma forma los pensamientos, en tanto cadenas de ideas, lo mismo sujetan, dando estructura a la mente, organizando la vida, el cuerpo y las relaciones, como otorgan pesadez, al dar a la vida los horizontes aparentemente exclusivos de lo posible, creando la ilusión de fronteras inquebrantables, haciendo que la ligereza desaparezca, de ahí que en muchas prácticas, se busque degustar algo de lo imposible: prescindir a voluntad del pensamiento, o al menos advertir sus circuitos y espejismos, como lo experimenta alguien cuando emprende un psicoanálisis, poniendo en jaque a sus palabras y pensamientos, ver de qué están hechos.

El fin que es principio, el año que acaba y el que comenzará, es la posibilidad de transitar por el cierre-apertura de un tiempo arbitrario con el cual medimos el discurrir y el tiempo, con la ilusión de volver a comenzar un año más. Con la condición de que el tiempo se va dejando atrás, sosteniendo la vida en eso único, sublime y fugaz a la vez, el instante. 

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