¿Psicoanalizarse?

 

 

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Camilo E. Ramírez 

 

“La promesa del psicoanálisis al sujeto es, tu no serás comparado”

Jaques Alain-Miller

 

El psicoanálisis se ocupa de eso que no anda bien en la vida, de eso que hace sufrir, que duele…a partir de lo cual se puede, no solo a pesar de eso, sino, y sobre todo con eso que se vive y aqueja, poder realizar un deseo de vida.

A diferencia de las formas de psicoterapia provenientes de diversas corrientes psicológicas y la psiquiatría, que operan –y buscan- en alguna medida, un ideal de salud y normalidad, a partir de lo cual buscan adaptar a sus pacientes a una determinada normativa de realidad, el psicoanálisis parte del reconocimiento de una vida en lo singular, con todas y cada una de sus implicaciones. En lugar de ofrecerle un problema a alguien más para que lo solucione, o nos diga que hacer, en psicoanálisis se opera un cambio de posición donde el analizante  (analizante y no paciente, pues es éste el que realiza su análisis en compañía y escucha del psicoanalista) es quien va –valga la redundancia- hablando de todo cuando ocurra a su mente, para –valga la redundancia- analizar los efectos de lo que ha visto y oído, ¡Lo que ha vivido!, a lo largo de su existencia. Pues así como “La medicina cura enfermedades, el psicoanálisis salva existencias” (Elizabeth Roudinesco)

“Hablar de todo cuanto se piense” Así sin más ni menos, ni requisitos ni peros, hablar y hablar, de esto de aquello, sin ton ni son, ser escuchado/a sin a prioris ni condiciones morales, religiosas y/o políticas, de tener que ser o cambiar tal o cual cosa para ser clasificado (diagnosticado) como normal o sano desde una óptica determinada; justo ahí, en esa escucha libre donde el otro puede encontrar-se y construirse un ser (¿O más bien advertir que es vacío?) que le permita hacer lo que desea hacer, realizar su sueño, llevar a cabo un deseo, al tiempo que se desafecta de los “fantasmas” e imaginarios que a veces pesan tanto en la vida.

No ser clasificado ni comparado es la apuesta de una escucha y, podríamos decir, una dirección, que puede encaminarnos a, sin sonar tan trascendentalmente vagos, a una liberación y conformación de acuerdo a eso que se ha descubierto que se desea ser y hacer. No es cualquier cosa poder liberarse del sufrimiento haciendo algo distinto con él. Emprender una vida en donde se ha aprendido a, gracias a los problemas, emplearlos como brújulas de vida, más que como “obstáculos” y queja eterna. Leer algo en ellos, los problemas de la existencia, además del sufrimiento que dejan tras de sí es la labor del psicoanalista, poder mostrarle al otro el sentido y significado de eso que padece, y como es, justamente, a partir de tales dificultades que se puede resolver algo en ellos y con ellos. Pues, podríamos decir, los conflictos y problemas que padecemos son al mismo tiempo un mensaje y su solución. Algo que permite “darnos por enterados” de “eso” que no vemos y que por otra vía nos es experimentado. Justo por la relación de la vida humana con el lenguaje y las imágenes. Al ser no solo grandes consumidores de imágenes y palabras, somos de igual forma constituidos por ellas, gracias a lo cual el hacer y el decir, son también palabras y actos: se dice haciendo y se hace diciendo. Descifrando el sentido –no oculto ni secreto, ni en base a una referencia clasificatoria de trastornos mentales, sino en relación con mi vida y existencia- es que se puede conocer algo de la verdad que nos construye, atraviesa y afecta, y que en algunos momentos de la vida, nos aparece bajo la forma de conflictos y problemas de vida que nos hacen sufrir.